Recuerdo que en cierta ocasión en los inicios de mi vida laboral mi madre me dijo. Quiero que tengas en cuenta este refrán “No hay peor enemigo que el de tu misma profesión”. Palabras que en ese momento me causaron sorpresa el escucharlas, mire a mi madre de soslayo y le pregunté. Te sucedió algo con algún compañero cuando trabajabas? –Llegará el día que lo vas a entender– me contestó.
Al pasar los años en algunos momentos recordé sus frases y guardé la esperanza de volverla a escuchar de labios de algún amigo o conocido, quería asegurarme que mi madre no era una mujer prevenida, desconfiada o con algún delirio. Durante 35 años de vida laboral no volví a escucharla de nadie más, pero creo que ud amigo lector como yo podemos asegurar que lo que dice el refrán es verdad.
Hoy retornó a mi mente aquel recuerdo parafraseado porque sentí indignación, enojo y frustración.
“No hay peor enemigo que el de tu misma profesión” es un refrán que tiene sus variantes y ha sido utilizado en Italia, España y Francia, tenemos por ejemplo algunos de ellos: “No hay peor cuña que la del mismo palo”, o este otro “Araña, ¿quien te arañó? Otra araña como yo”. Este otro “La lima lima a la lima”
Con frecuencia vemos que no se llevan bien las personas de carácter, condición u oficio similar, y para este ejemplo me voy a remitir a la violencia que se exhibe de manera solapada en algunos casos o abiertamente en otros dentro del campo de futbol.
Es inconcebible, criticable, degradante, humillante y total falta de respeto lo que algunos caballerosos y buenos jugadores como Radamel Falcao García deben soportar de otros colegas de equipos contrarios que esgrimen la envidia solapada esperando el momento oportuno para lanzar el zurriago patadón sobre la humanidad dolida y recién recuperada con un solo fin, que por cierto resulta degradante como el de acabar con la vida deportiva de su colega.
El burdo agresor finge total desconcierto haciéndose el longuis como si no hubiera sucedido nada. Los periodistas narran lo ocurrido sin sentar un precedente que tienda a cuestionar ese entorno. En definitiva no pasa nada.
Ese hecho criticable pasa desapercibido y al cabo de las horas de lo sucedido no hay sanciones que tiendan a proteger a un ser humano que vive de la efímera carrera como es el fútbol.
Aquel escenario que vemos en las películas de los gladiadores donde el mas poderoso cercenaba la cabeza de los colegas gladiadores mientras la gente en las graderías deliraba con frenética locura era la escena del siglos pasados. Hoy sencillamente cambiamos de escenario porque lo que se vive en el siglo XXI es la misma violencia modernizada y camuflada con el pito de un arlequín y timorato arbitraje, el aval de unos dirigentes y una prensa que calla.
Ese refrán nos habla sobre la envidia y en algunas países esta en desuso no porque la condición humana este en vías de un desarrollo potencial sino porque es algo intimo que no se suele confesar.
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Es una verdadera lástima la violencia y la mala intención que se observa en los partidos de fútbol, se desdibuja las gracia de un deporte y se destruye la vida profesional de un ser humano que le aporta con su talento esa gracia que convierte a un deporte en espectáculo que mueve masas. Los dirigentes tienen que hacer algo para proteger a los futbolistas talentosos. No se concibe que así como un televidente puede observar una repetición, los árbitros no hagan uso de ella cuando deben aplicar justicia.